Catedral de Milán

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La Catedral de Milán es el símbolo y el monumento por excelencia de la capital lombarda. Se trata de una de las catedrales de estilo gótico más bonitas del mundo y uno de los edificios cristianos más grandes del planeta. La capacidad de la Catedral de Milán, de hecho, se ve sólo superada por la Basílica de San Pedro en Roma. En su interior puede albergar hasta 40.000 personas.

Su arquitectura gótica se mezcla con rasgos del arte lombardo e incluso del gótico francés. Muchos estilos que sumaron a agrandar su belleza. Pues su construcción, iniciada en el  1386, tardo casi 6 siglos completos. Trabajos exhaustivos, pausas y la implicación de múltiples artistas y mandatarios. Todo con un resultado apasionante, con uno de los edificios más increíbles de toda Italia.

Origen de la Catedral de Milán

El edificio más importante de Milán, la Catedral, surgió de las cenizas de otras dos iglesias. Y lo hizo literalmente. En el lugar que ocupa el también llamado Duomo de Milán, estaban dos antiguas basílicas. Una de ellas la que fue en su día el centro religioso de Milán: la basílica de San Ambrosio. Desgraciadamente, estas basílicas sufrieron ambas un incendio que las destruyó. Entonces, se decidió que para sustituirlas no se reconstruirían sino que se crearía un nuevo y grandioso edificio: una Catedral de Milán. La primera piedra, de la cual aun se conserva una placa conmemoratoria que puede verse en los muros, se puso en el 1386.

Un lento crecimiento

Desde aquella primera piedra, las obras en la Catedral de Milán no se concluyeron hasta el año 1965. ¡Casi 600 años! Un proceso que dio para mucho. Cambios de gobierno, de proyectos para la catedral, de pérdida de ideas, de escasez de material… de auge y crecimiento. Todo tipo de corrientes artísticas y mentes tuvieron un papel en la realización del Duomo. Y eso se proyecta en su riqueza artística. Cada rincón está decorado y trabajado con extrema habilidad y cuidado. Su exterior de un mármol rosado, con sus decenas de picos y estatuas con milimétricos detalles se ha convertido en su seña de identidad. Reconocible por todo el mundo.

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La Catedral de Milán creció lenta pero segura hasta alcanzar unas dimensiones colosales. Tiene 158 metros de largo, 108 de alto y 92 de ancho. Todo sin un centímetro que no esté delicadamente tratado y trabajado en su construcción y decoración.

Centro de Milán desde la antigüedad

A pesar de que el Duomo apareció con una historia de Milán ya avanzada, lo cierto es que el punto donde se encuentra fue siempre el centro de la ciudad. No se volvió centro con la llegada de la Catedral sino que la Catedral se situó en el centro de Milán.

Y éste estaba ya en este punto en la época romana. De hecho, los romanos organizaron la ciudad partiendo del sitio donde está el edificio, repartiendo las calles desde éste. Por tanto, el crecimiento antiguo, medieval y moderno de Milán se desarrolló a partir de aquí. Antes y después de la existencia de la Catedral de Milán. Ahora, no sólo es su centro sino que además corona y da nombre a la preciosa Plaza del Duomo.

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Plaza del Duomo

Un edificio único

Con una creación tan particular y longeva, la Catedral de Milán no pudo resultar en otra cosa que en un edificio único. El enorme monumento está construido en ladrillo y recubierto de mármol. Algunas veces, dejándonos llevar por la  pasión al verlo se puede pensar que sea completamente de mármol, pero ni siquiera la fascinante catedral llega a tales niveles.

Su primer arquitecto y creador de la idea inicial de su forma fue de Simone da Orsenigo, aunque desde él hasta el remate del edificio, otros 4 arquitectos modificarían y cambiarían aquel proyecto inicial.

La estructura del monumento está dividida en 5 naves, una nave principal y dos laterales a cada  lado. Cada una, desde el centro, va disminuyendo su altura, lo que provoca en el conjunto una forma triangular. La cual se acentúa con los grandes pináculos que aumentan la altura del mismo sobrepasando los tejados por todos sus lados.

Su exterior está marcado por las oscuras vidrieras, que contrastan con el claro de su mármol. A diferencia de otras catedrales góticas, las del Duomo de Milán son de menor tamaño y menos llamativas. Dando así más protagonismo a la decoración en mármol.

Cómo no, durante los casi 600 años de construcción, las vidrieras se cambiaron. Pues inicialmente se colocaron unas más grandes y decoradas con figuras religiosas. Hasta que llegó un nuevo arquitecto, desechó la idea de su predecesor y las hizo cambiar por otras diferentes. Las que hoy vemos.

El interior de la Catedral de Milán

El interior de la Catedral de Milán sorprende siempre. Para algunos, porque resulta más oscuro de lo que uno se esperaría desde fuera. Para otros, por su peculiar belleza y enormidad. En nuestra opinión, el interior de la Catedral de Milán demuestra su riqueza artística complementando a la perfección su exterior.

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Por ejemplo, hablábamos de los ventanales exteriores equilibrados y simétricos con la fachada, sin llegar a resaltar demasiado. En el interior, éstos se llenan de color y luz, siendo uno de los principales atractivos de lugar.

Sosteniendo la nave principal, en torno a 40 grandes pilares se elevan hasta el techo poderosos. Los capiteles son magníficos, decorados todos y cada uno de ellos… ¡con estatuas! Un trabajo tremendo. Al verlo, es más sencillo comprender por qué llevó tanto tiempo finalizarla. Pero el resultado es impresionante.

San Bartolomé

El interior de la Catedral, por supuesto, está repleto de obras de arte, pinturas y esculturas. Una de las más destacadas es la de San Bartolomé. Esta estatua del santo fue realizada en 1562 por Marco d’Agrate, un artista lombardo.

La obra es impactante por su realismo y su brutalidad. Pues presenta a San Bartolomé tal y como sufrió su martirio. Al santo le dieron muerte desollándolo, quitándole la piel aun en vida para después decapitarlo.

En su estatua en la Catedral de Milán, aparece con la piel arrancada, saliéndole de los hombros y con ella haciéndole un manto. La musculatura se muestra con todo detalle, como si realmente su figura no tuviese piel. En una mano sostiene un libro. Así, se muestra su predicación de los evangelios, motivo por el que ha recibido su castigo y también por el que se ha santificado.

El clavo de la cruz de Cristo

Entre los muchos tesoros que guarda la Catedral de Milán, hay uno muy especial. Se trata de uno de los clavos que Cristo tuvo en la cruz. Éste se guarda bajo llave en una de las bóvedas y, una vez cada año, en septiembre, se saca a la luz.

Cientos de creyentes acuden a la cita para admirar y apreciar esta reliquia conservada en la catedral.

Un dato de lo más curioso y relevante, pues no en todas las catedrales se guardan materiales pertenecientes a la crucifixión de Cristo.

Terraza de la Catedral de Milán

El atractivo de la Catedral llega hasta el mismo cielo. No es una exageración, sino un modo de presentar a la magnífica terraza de la Catedral de Milán. En el tejado, se construyó una enorme terraza panorámica que permite caminar por prácticamente la totalidad del tejado.

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Vista desde la terraza de la Catedral de Milán

De esta manera, se pueden apreciar desde muy cerca las estatuas que desde aquí se asoman a Milán, la enorme calidad de su arte y también los magníficos pináculos que tanto resaltan desde abajo y que aquí impactan todavía más.

Pero esto no es lo único que nos aporta la terraza, pues desde ella tenemos una de las mejores vistas de todo Milán. Es más, el horario de acceso a la terraza es  tan amplio que incluso se puede apreciar un atardecer desde este envidiable palco. Una experiencia mágica.

Horarios y precios

La Catedral de Milán puede visitar todos los días de 08:00 a 19:00 por un precio de 2€. Los niños menores de 6 años pueden acceder gratis.

El acceso a la terraza es posible de 09:00 a 19:00 y su precio depende de si se opta por subir en ascensor o a pie.

Para ir en ascensor, la entrada cuesta 13€. Para niños entre 6 y 12 años, el precio es de 7€.

La entrada si ascensor, subiendo a pie, cuesta 8€. Para niños entre 6 y 12 años, 4€.

Los menores de 6 años tienen entrada gratuita a la terraza.

Visitar la Catedral de Milán

Visitar la Catedral de Milán es algo imprescindible en un viaje a la ciudad de la moda. Además de con la subida a la terraza, la visita se puede ampliar todavía más accediendo a su museo o a la zona arqueológica.

La apasionante historia, el amplísimo arte y la importancia de la catedral en la ciudad la hacen su símbolo y monumento más destacado. Repleto de información, detalles y rincones en los que perderse con placer y disfrute.

Para conocer la Catedral de Milán y descubrirla de la mejor manera, acompañadnos en nuestra visita guiada y hacedlo acompañados por la experiencia, la sabiduría y la pasión de un guía local. Llevad vuestro viaje a otro nivel. ¡Os esperamos EnMilán!

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